“Tarde, mal y nunca”. Carlos Zanón 2009. Ha caido en mis
manos en la colección de El País de este verano. He de decir que la esperaba
con gran ilusión.
No puedo ser objetiva: me encanta Zanón. Desde que hace
dos años, unos amigos alicantinos y valencianos, que vienen cada año a la BCNegra me recomendaron a
este autor, he quedado totalmente atrapada por el universo “zanoniano”. Realmente
se encuentra muy lejos de lo que es mi ideal de novela negra: crimen, policia
investiga, policía encuentra el culpable. ¿Por qué entonces mi gusto por Zanón?
En sus novelas, tanto ésta, como las estupendas “No llames a casa” y “Yo fui
Johnny Tunders”, sus personajes, sus escenarios y sus argumentos te revuelven
las tripas.
Los policías son meros actores que casi no participan en
la trama, y si lo hacen, es tangencialmente. Sus protagonistas son perdedores,
gente de barrio, normal, con ilusiones, que aman y con deseo de ser amados,
gente que ha llegado a la delincuencia como consecuencia de las circunstancias.
Gente con la que tienes o has tenido cosas en común, y por eso, sientes una
empatía involuntaria hacia ellos, y aunque te horrorizas de las cosas que
pueden llegar a hacer, hay un momento que los comprendes. Aquí es donde está la
grandeza de Zanón. En hacernos comprender la depravación y la miseria tanto
económica como moral que lleva a sus personajes a cometer unos delitos a los
que parecen estar abocados.
Me es difícil recomendar alguna de sus novelas:
cualquiera de ellas es buenísima, y no te dejará indiferente.
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