Ernesto Mallo, es un tipo estupendo. Con esta premisa, una ya sabe que tiene muchos puntos para que te gusten sus novelas, pero aunque lo pienses te quedas corta ante su obra, que es espectacular en todas sus facetas.
Un protagonista, el Perro Lascano, comisario de Policía de la Buenos Aires del final de la dictadura y principio de la democracia argentina, al que le toca lidiar con unas circunstancias complicadas, relatadas de una forma directa y a la vez poética, en ese castellano porteño que parece como que te resuena en la mente y te traslada no solo a la época, sino al espacio pues puedes seguir a los personajes a través de esa ciudad. Rodeado de personajes secundarios (si es que se les puede llamar así, porque cada uno de ellos da para otra novela, como para hacer varios "spin-off") perfectamente diseñados para acompañar a Lascano, al que aman u odian según el caso. Todos y cada uno de ellos imprescindibles.
En ésta, la segunda novela de la trílogía, nos encontramos a un Lascano convaleciente, recordándo a su segundo amor perdido, en una trama en la que es dificil determinar quien es el "malo". Una novela, y no quiero destripar nada, con un final con tintes cinematográficos que me ha dejado con la boca abierta.
No puedo hacer otra cosa que recomendaros su lectura. Disfrutarla poquito a poco, porque desgraciadamente, solo nos queda otro novela.
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